lunes, 31 de enero de 2011

REFLEXIONES DE UN CLARINETISTA I

Esta sección del blog que irá apareciendo con cierta frecuencia pretendo que sea el esqueleto de este proyecto lleno de ilusión pues, significa poner ante todos la experiencia que uno va acumulando y absorbiendo de todos los clarinetistas con los que te interrelacionas y de otra gente que no lo son.
            Cuando quiero que mis alumnos hallen la clave para tocar bien les suelo decir lo siguiente: “Si pusieras tu clarinete encima de una mesa y dejaras que pasaran mil años, al cabo de todo ese tiempo, de tu clarinete no habría salido ni un sonido, tu clarinete pues, con perdón, es un palo con cuatro hierros”. Evidentemente es muy brusca y fatalista esta afirmación pero, les hace ver rápidamente que la clave es uno mismo y, de uno mismo depende que su música sea de más o menos calidad.
            Partiendo de esta premisa yo diferencio dos partes a tener en cuenta del instrumentista: la mente y el cuerpo. De la mente no voy a hablar hoy, me parece mejor empezar analizando el uso que hacemos de nuestro cuerpo al tocar.
            El uso que se hace del cuerpo influye en su buen estado, en su salud venidera y en el resultado de lo que suena al tocar. Si retrocedemos desde una situación hipotética en la que un alumno estuviera tocando con un mal resultado hacia atrás, veríamos que la mayoría de las veces esto sucede, entre otras razones, por una excesiva tensión muscular y por una alineación corporal inadecuada, en esta situación es difícil conseguir relajarse y respirar correctamente, crear una buena columna de aire, mantener relajada la garganta y crear una embocadura adecuada.
            Por tanto un buen uso del cuerpo, una alineación y relajación correctas es la mejor base para que las siguientes acciones que se realizarán lleven un buen camino. Además hay que tener en cuenta que si lo mantenemos en buena forma física nos encontraremos mejor para conseguir lo que pretendemos. Si lo que buscamos es mantener el cuerpo en buen estado físico, relajado y una buena alineación corporal para estar luego en mejores condiciones de tocar bien hay que trabajar con el cuerpo para lograrlo.
            Hay especialidades como la Técnica Alexander que nos pueden ayudar a entender cómo funcionamos, pero el Yoga y el Pilates son la mejor práctica según mi opinión, aprendemos a controlar cada parte del cuerpo disociandolas unas de otras, lo cual será básico cuando hable algún día del soporte abdominal. Concretamente el Pilates para un intérprete de viento me parece fundamental. Algo tan sencillo como caminar una hora al día o la natación nos ayudarán a tener una buena forma física y desarrollar nuestra capacidad pulmonar y, finalmente, es importantísimo saber “moverse” en un escenario y para ello hay que aprender a hacerlo controlada y conscientemente, en este apartado las opciones que considero mejores son el Baile, del estilo que sea, y el Tai-Chi, ambas actividades nos ayudaran a movernos de forma fluida y armónica, lo cual será muy beneficioso al tocar.
            Son muchas las posibilidades que hay para mantenerse con naturalidad al tocar y, además, te ayudan a encontrarte mejor y más saludable. El resultado será un buen uso del cuerpo, una buena alineación del mismo y llegar a tener más consciencia  de él en cada momento o actividad que se desempeñe pero, para un músico es básico para que luego todo vaya por buen camino. Cada uno tiene que buscar, probar, reflexionar y hallar lo mejor para sí mismo. Esto sólo son reflexiones en voz alta, la práctica la debe realizar cada cual.
            Finalmente, como conclusión dejo caer una idea que volvería del revés nuestro sistema educativo artístico. A mi entender, los primeros años de estos estudios se deberían caracterizar por una interrelación común entre artes como la música, la danza y el arte dramático, todos saldrían beneficiados. No entro a valorar cómo se podría organizar ese sistema educativo, sólo digo que un músico debe saber moverse y expresarse con el cuerpo, y supongo que a las demás artes les ocurrirá algo semejante.

lunes, 17 de enero de 2011

EL CLARINETE ARLEQUÍN

           Hay obras que marcan un antes y un después en la trayectoria de un artista, sin duda. En mi caso dos de ellas han tenido un elemento en común: el personaje del arlequín. Una de ellas es el “Arlequín” de Louis Cahuzac y, la otra, “Der kleine Harlekin” de Karlheinz Stockhausen.
            La primera es una pequeña perla, una joyita, no tan interpretada como se merece, que tuve el placer de conocer en la clase del maestro Jan Guns, que se caracteriza por ofrecer al clarinetista una gran flexibilidad interpretativa en cuanto a expresividad y tempo, y en la que éste tiene que sacar a relucir su personalidad y capacidad de adaptación. Además, es una pieza que llega al público, fácil de ponerla en comunicación con él y, por tanto, suele gozar con su escucha y ser agradecido con el intérprete.
            Der kleine Harlekin” de Stockhausen es una de las obras maestras del repertorio para clarinete solo del siglo XX. Una obra tremendamente exigente en muchos aspectos por la dificultad técnica, la coreografía que debe realizar el músico, el ritmo que debe marcar con los pies y por la expresividad que hay que mostrar con el rostro, sean cuales sean las dificultades que haya que superar en cada instante. Una vez vencidas las dificultades en el estudio uno experimenta que el movimiento corporal ayuda a estar más relajado y ha conocer mejor su cuerpo durante cualquier interpretación.
            Tanto una obra como la otra me han llevado en mi experiencia personal al convencimiento de que un intérprete debe conseguir trascender las dificultades meramente técnicas y, para llegar a comunicarse con el público, fundir la música con otros aspectos igual de importantes como pueden ser la capacidad expresiva facial, el buen uso del propio cuerpo en cuanto a postura y movimientos, y llegar a interiorizar tanto la obra que se pueda llegar a ser capaz de tocarla memorizada para conseguir una interpretación satisfactoria en todos estos aspectos.
            Este tipo de obras te obligan a dar uno o dos pasos más allá de lo que uno está acostumbrado, haciendo que tengas que reflexionar y superarte en disciplinas aparentemente ajenas a la música como la coreografía, la dramatización, la mímica o  el control de la iluminación, por todo ello el clarinetista llega a absorber conocimientos y experiencias prestadas de otras disciplinas artísticas que no son la suya, por no hablar de la relación que puede establecerse también con la pintura o la literatura y, en resumen, tratar de mejorar un poco cada día.
            Para ilustraros mi experiencia con estas obras tenéis aquí dos grabaciones mías. El “Arlequín” de Louis Cahuzac es del 5-5-2010 en el Teatro del Carmen de Vélez-Málaga y, “Der kleine Harlekin” es de un concierto que tuvo lugar en el Museo Interactivo de la Música de Málaga (MIMMA) el 21-5-2010 para clarinete solo, clarinete bajo  y electrónica.
            Hay otros arlequines en el mundo del clarinete pero, esa es una historia para otra ocasión.
            Espero que os guste la música y que influya en vuestras ansias por conocer músicas y estilos nuevos y diferentes. Tu instrumento debería llegar a ser como un miembro más de tu cuerpo, cuídate y cuídalo como a tal.