miércoles, 16 de agosto de 2017

REVISAR, DESCUBRIR, EVOLUCIONAR

Llevo en este juego de la música ya los suficientes años como para hacer determinadas reflexiones sobre mí mismo y sobre lo que acontece a mi alrededor, musical y culturalmente en general. Si observo cuál ha sido mi relación con la música en estos años me asombro sobre cómo han ido cambiando mis gustos con el tiempo.
De niño crecí como tantos músicos en una sociedad musical, una banda de música, y percibía que esa sonoridad era para mí más natural que la de la orquesta, no estaba acostumbrado a escuchar instrumentos de cuerda, no había apenas en mi entorno. Siguieron unos años en los que fui acercándome progresivamente a determinados estilos musicales, posiblemente los primeros fueron el post-romanticismo y el jazz. Hablo de mi predilección en cuanto a consumidor de música, como estudiante de conservatorio evidentemente tenía que estudiar todo tipo de estilos, como es normal (todo tipo en teoría).
Esa evolución me llevó con el tiempo incluso a disfrutar de músicas que jamás hubiera imaginado que me gustarían, me refiero concretamente a la ópera: descubrí con gran sorpresa que me gustaban las óperas de R. Strauss, I. Stravinsky, A. Berg y otros.
Durante mi época de estudiante en el Real Conservatorio Flamenco de Amberes (Bélgica), ya me acerqué con gusto a un estilo que en España no había tenido ni siquiera noción de que existiera, la música contemporánea. Durante las casi dos décadas posteriores he ido descubriendo, estudiando y escuchando música de compositores del siglo XX; percibiendo que en algunas de estas obras y compositores era donde más relajado y realizado me sentía.
Casi simultáneamente y como un proceso evolutivo natural llegué a la interpretación de la música del siglo XXI, y está claro cómo fue; tocar esta música me permitía un placer que ningún otro estilo me daba: poder tener una relación humana-artística con el compositor. Poder aprender de las ideas de los compositores y que ellos pudieran acercarse con más precisión y conocimiento a mis instrumentos era algo que para mí se convirtió en uno de los más grandes placeres que me daba mi profesión.
Sigo y seguiré siempre, creo y espero, disfrutando de esta relación en la que mutuamente aprendemos unos de otros: compositores e intérpretes. Sin embargo, uno siempre debería seguir avanzando hacía algún lugar nuevo aunque no siempre sepa cuál es. Por un lado, está la relación de los creadores de la música: el creador que imagina una obra nueva, o sea el compositor; y el creador que interpreta (entiéndase el significado de esta palabra como el que llega a comprender algo para luego explicarlo a los demás), siendo inevitable plasmar su personalidad en esa pieza musical.
Por otra parte, desde hace bastantes años fui conociendo a determinados músicos, no siempre con formación clásica, que tenían una cualidad fantástica para mí: la fluidez de ideas musicales sin tener la necesidad de seguir una partitura, hablamos por supuesto de la improvisación.
Finalmente, este verano ha habido una determinada conjunción astral o similar que me ha permitido trabajar con varios de los grandes músicos que hacen improvisación libre en España, como por ejemplo: Josep Lluis Galiana, Markus Breuss, Irene Aranda, Javier Carmona o Vasil Hajigrudev. Visto desde ahora, este momento tenía que llegar sí o sí, aunque las cosas es mejor no forzarlas. Y aquí llega el meollo de este escrito que no es ni más ni menos que compartir con todos vosotros algo de lo mucho que he aprendido este verano tan fructífero para mí a nivel musical y humano.
Desde hace mucho tiempo considero para mí como instrumentista, e intento hacer ver su importancia a mis alumnos, el significado y las consecuencias en la interpretación de tres palabras (entre otras): atención (suelo huir en lo posible de la palabra concentración, me trae alguna connotación negativa que prefiero evitar), humildad y respeto.
Atención, entendida casi como un estado de meditación en el que actúas, haces cosas, intentando limitar la actividad mental sobre lo que nada tenga que ver con la interpretación. Humildad, no sólo en la relación con otras personas, sino también en el sentido de que en muchas ocasiones la falta de la misma nos impide avanzar en nuestros objetivos (cuantas veces nos empeñamos durante el estudio de una pieza en repetirlo una y otra vez sin consentir bajar la velocidad, lo cual es una de las cosas que primero deberíamos hacer). Y, finalmente, respeto, palabra que abarca muchos significados antes, durante y después de la interpretación con otros colegas nuestros; podemos pensar, entre otras situaciones, tanto en no hacer perder el tiempo a los demás en los ensayos como en asumir que lo que estamos tocando nosotros no siempre es lo más importante para el oyente, es decir, asumir a cada momento cuál es nuestro papel, equilibrio de planos sonoros.
Pues bien, estos conceptos los he podido disfrutar, poniéndolos en práctica tanto mis compañeros como yo, durante este verano haciendo Libre Improvisación Musical de un modo que antes nunca había percibido. Por todo ello, me siento muy feliz por este nuevo camino musical y humano que ante mí se ha abierto esperando disfrutarlo al máximo y teniendo como objetivo hacer igual de felices a todos los que a mi alrededor se encuentren, músicos y público.
Y como muestra un botón: a continuación os comparto tres enlaces de vídeos que son un extracto de momentos de tres piezas que tocamos en el concierto que dió el Frigiliana Creative Music Ensemble (FCME) el pasado día 2 de agosto, concierto en el que disfrutamos todos mucho, público y músicos. Son momentos en los que aparece un instrumento que espero que os guste y que he incorporado a mis interpretaciones: el clarinete contrabajo. Disfrutadlo