Llevo
en este juego de la música ya los suficientes años como para
hacer determinadas reflexiones sobre mí mismo y sobre lo que
acontece a mi alrededor, musical y culturalmente en general. Si
observo cuál ha sido mi relación con la música en estos años me
asombro sobre cómo han ido cambiando mis gustos con el tiempo.
De
niño crecí como tantos músicos en una sociedad musical, una banda
de música, y percibía que esa sonoridad era para mí más natural
que la de la orquesta, no estaba acostumbrado a escuchar instrumentos
de cuerda, no había apenas en mi entorno. Siguieron unos años en
los que fui acercándome progresivamente a determinados estilos
musicales, posiblemente los primeros fueron el post-romanticismo y el
jazz. Hablo de mi predilección en cuanto a consumidor de música,
como estudiante de conservatorio evidentemente tenía que estudiar
todo tipo de estilos, como es normal (todo tipo en teoría).
Esa
evolución me llevó con el tiempo incluso a disfrutar de músicas
que jamás hubiera imaginado que me gustarían, me refiero
concretamente a la ópera: descubrí con gran sorpresa que me
gustaban las óperas de R. Strauss, I. Stravinsky, A. Berg y otros.
Durante
mi época de estudiante en el Real Conservatorio Flamenco de Amberes
(Bélgica), ya me acerqué con gusto a un estilo que en España no
había tenido ni siquiera noción de que existiera, la música
contemporánea. Durante las casi dos décadas posteriores he ido
descubriendo, estudiando y escuchando música de compositores del
siglo XX; percibiendo que en algunas de estas obras y compositores
era donde más relajado y realizado me sentía.
Casi
simultáneamente y como un proceso evolutivo natural llegué a la
interpretación de la música del siglo XXI, y está claro cómo fue;
tocar esta música me permitía un placer que ningún otro estilo me
daba: poder tener una relación humana-artística con el compositor.
Poder aprender de las ideas de los compositores y que ellos pudieran
acercarse con más precisión y conocimiento a mis instrumentos era
algo que para mí se convirtió en uno de los más grandes placeres
que me daba mi profesión.
Sigo
y seguiré siempre, creo y espero, disfrutando de esta relación en
la que mutuamente aprendemos unos de otros: compositores e
intérpretes. Sin embargo, uno siempre debería seguir avanzando
hacía algún lugar nuevo aunque no siempre sepa cuál es. Por un
lado, está la relación de los creadores de la música: el creador
que imagina una obra nueva, o sea el compositor; y el creador que
interpreta (entiéndase el significado de esta palabra como el que
llega a comprender algo para luego explicarlo a los demás), siendo
inevitable plasmar su personalidad en esa pieza musical.
Por
otra parte, desde hace bastantes años fui conociendo a determinados
músicos, no siempre con formación clásica,
que tenían una cualidad fantástica para mí: la fluidez de ideas
musicales sin tener la necesidad de seguir una partitura, hablamos
por supuesto de la improvisación.
Finalmente,
este verano ha habido una determinada conjunción astral o similar
que me ha permitido trabajar con varios de los grandes músicos que
hacen improvisación libre en España, como por ejemplo: Josep Lluis
Galiana, Markus Breuss, Irene Aranda, Javier Carmona o Vasil
Hajigrudev. Visto desde ahora, este momento tenía que llegar sí o
sí, aunque las cosas es mejor no forzarlas. Y aquí llega el meollo
de este escrito que no es ni más ni menos que compartir con todos
vosotros algo de lo mucho que he aprendido este verano tan fructífero
para mí a nivel musical y humano.
Desde
hace mucho tiempo considero para mí como instrumentista, e intento
hacer ver su importancia a mis alumnos, el significado y las
consecuencias en la interpretación de tres palabras (entre otras):
atención (suelo huir en lo posible de la palabra
concentración, me trae alguna connotación negativa que
prefiero evitar), humildad y respeto.
Atención,
entendida casi como un estado de
meditación en el que actúas, haces cosas, intentando limitar la
actividad mental sobre lo
que nada tenga
que ver con la interpretación. Humildad,
no sólo en la relación con otras personas, sino también en el
sentido de que en muchas ocasiones la falta de la misma nos impide
avanzar en nuestros objetivos (cuantas veces nos empeñamos durante
el estudio de una pieza en repetirlo una y otra vez sin consentir
bajar la velocidad,
lo cual es una de las cosas que primero deberíamos hacer). Y,
finalmente, respeto,
palabra que abarca muchos significados antes, durante y después de
la interpretación con otros colegas nuestros; podemos pensar, entre
otras situaciones, tanto en no hacer perder el tiempo a los demás en
los ensayos como en asumir que lo que estamos tocando nosotros no
siempre es lo más importante
para el oyente, es decir, asumir a cada momento cuál
es nuestro papel, equilibrio
de planos sonoros.
Pues
bien, estos conceptos los he podido disfrutar, poniéndolos en
práctica tanto mis compañeros como yo, durante este verano haciendo
Libre Improvisación Musical de un modo que antes nunca había
percibido. Por todo ello, me siento muy feliz por este nuevo camino
musical y humano que ante mí se ha abierto esperando disfrutarlo al
máximo y teniendo como objetivo hacer igual de felices a todos los
que a mi alrededor se encuentren, músicos y público.
Y
como muestra un botón: a continuación os comparto tres enlaces de
vídeos que son un extracto de
momentos de tres piezas que tocamos en el concierto que dió el
Frigiliana Creative Music Ensemble (FCME) el pasado día 2 de agosto,
concierto en el que disfrutamos todos mucho, público y músicos. Son
momentos en los que aparece un instrumento que espero que os guste y
que he incorporado a mis interpretaciones: el clarinete contrabajo.
Disfrutadlo
Rockonduccion:
https://www.youtube.com/watch?v=7Ew0Ldj9HD4&t=35s
Sailor’s
Tales: https://www.youtube.com/watch?v=OjwdlAOReTA&t=8s
Third
dimension: https://www.youtube.com/watch?v=BHzws_SaO18